Sueño de fango
![]() |
| Odumodneurtse (1998) Rogelio López Cuenca. Nerja, Málaga, España. |
Camino al borde de una quebrada inverosímil. Parece que se hundiera lentamente a mi lado, poco a poco, alejándose. El pantano oscuro que se esconde en ese piso brilla y a la vez es acre, café, húmedo. Yo doy algunos pasos, indeciso. Camino despacio y veo hundirse imperceptiblemente la quebrada de fango. Pienso en los sapos, en su ausencia extraña. La mudez del instante me presiona el pecho y anhelo el croar pausado, infinito de los sapos. ¿A dónde se han ido? ¿Qué extraño designio les ha prohibido croar? Hay frío. Desciende una niebla espesa pero transparente. La noche es igual a sí misma pero parece que se aferrara la tarde, y el rumor de las criaturas nocturnas, los fantasmas, las visiones de la bruma están ausentes. Me hace falta el terror. Una paz ficticia reina en el espantoso espacio que transito. El Tiempo se esconde como en Comala, pero los fantasmas de las casas y el pueblo se han perdido, han ido a parar lejos de allí y no me acompañan los humores de los muertos. Pienso en mi extravío. No acude a mí ningún heraldo, ningún campesino. ¡Pedro Páramo! —pienso. Grito enmudecido que es pensamiento truncado. Odumodneurtse. Y el fantasma de Vallejo lejos, en una prisión, mirando al occidente, firmando… lentamente arrancándose las tristezas con una pinza del tálamo. Es mi paso, es mi pisada, aquí, en mi infancia olvidada, que acude espantada a recordarme el mentiroso clima: Buenos días; pero la tarde es noche y la noche se va haciendo madrugada. Se esconde en mis narices. La miro. El pantano fangoso el pantano fangoso, el pie que se hunde hundiéndose, milímetro y milímetro, pero no. Una minúscula sin letra cuelga del único arbusto que desaparece y va a parar al fondo de esa quebrada ficticia que se hunde, que desciende tranquilamente y alberga una paz fatalista. ¿Dónde el caos? ¿Dónde la gorgona del infierno? No hay nada y desespero en este húmedo páramo, caminando lentamente, y me voy hundiendo y vuelvo a hundirme y al final es solo el paso, la verja, el límite que corre infinitamente hacia el horizonte, que está sólo a mi derecha. ¿Cómo, sin el poema, anclar esta sensación? Anhelo un encuentro; una voz o un sonido siquiera. Pero la mudez, la quietud es obstinada y se mantiene y crea el espejismo, como en un desierto de agua con césped que se hunde. Se hunde. Pantano peligroso, fango movedizo que asechas, regresas, asciendes, vuelves a descender… Me llama el frío. Pasa la niebla rozándome rosa los pechos los talones mis dos yos:
—Ven, cae, aplástate; el rumor empieza en las catacumbas…
2013
