Caminando

Fuente: freepik.


Nota previa: este es un flujo de conciencia, más o menos, escrito como ejercicio narrativo hace mucho tiempo luego de una corta caminata.

Estábamos los dos y ambos caminábamos como dirigiéndonos a alguna parte pero la verdad ambos sabíamos que la calle solo conducía a nuestro desconocido pueblo abandonado entre los caseríos del sur en las afueras de la ciudad que en realidad no eran más que los límites de la civilización en que se tiene aún cierto derecho a los servicios básicos que naturalmente no debían faltar a nadie pero que ambos sabíamos comenzaban a faltar críticamente a tres kilómetros de nuestra casita de ensueño que fue construida no más de seis años atrás por nuestros entusiastas padres que vinieron a plantarse en el verdadero abandono de este lugar no totalmente alejado parecido a un cinturón de asteroides separados asombrosamente por grandes potreros llenos de quicuyo y vacas de lo más desnutridas y desnaturalizadas que separan a aquellos habitantes que se toma en cuenta por no se qué cuestiones de límites y a aquellos que se toma en cuenta por el reconocimiento que les merece su calidad de tiránicamente abandonados y no tomados en cuenta entre los que se podrían todavía llamar dignos de poseer el título de seres humanos pero la verdad es que este abandono en el que todo servicio y atención queda a medias es mucho mayor puesto que a cada quinientos metros se puede encontrar alguna quebrada en la que desemboca una alcantarilla que nunca se acabó de construir por cuestiones de dinero y si se le pregunta a alguien qué pasó te responde desdeñosamente con un cambio espectacular de sentido en todo lo que puedas decirle acerca de su condición apestosa e irrespetada y tú sólo puedes seguir el juego y olvidar el hecho y tomar algo y hasta luego señor y mirarlo cómo se va con sus zapatos de lona caminando cual cojo sobre el barro amontonado a los lados de estas calles por las que caminar es casi una tontería si no fuera porque en cierto punto esas separaciones llenas de potreros revelan de pronto algún paisaje encantador o al menos desconcertante que puede ser una choza o en su defecto la mitad de una choza en la que crece un aguacate lindísimo que da frutos verdaderamente verdes y no como ese verde con que está pintada la casa por la que pasábamos tan fría y horriblemente desdichada que se podía ver a leguas que los que en ella debían habitar también debían haberse resignado hace muchísimo tiempo a hacer todo a medias con cosas de este lado de los tomados en cuenta y de este otro lado de los abandonados para que todo parezca normal pero de pronto aparece una gran casa muy parecida a la nuestra con un buen cerramiento humilde pero bien mantenida en la que está aparcado un flamante BMW al lado de la cerca que da a otro potrero totalmente vacío porque ya no hay césped para ninguna vaca en este rincón de la ciudad pero arriba Europa y sus motores poderosos y la virilidad del dueño de casa que mira fijamente a su vecina la lavandera mientras se agacha a recoger las medias de los hijos de su vecina la comadrona que desde el lado de una tiendita totalmente imposible en ese lugar se ríe caprichosamente de las cejas del vecino de su hermana la lavandera porque están rígidas y qué estará pensando el muy sucio pero pronto ha de tener que ir a leer el periódico o a atender a su mujer que corta sus bellísimas rosas de espaldas a todos esos condenados que miran y miran y toman cerveza y ríen y relajan las cejas y se levantan y friegan las medias de los guambritos hijos de la comadrona que vive al frente del señor sucio y nosotros caminamos nadie saluda no nos conocemos porque el espacio es tan largo que apenas si se sabe de las personas que viven detrás de esa serie de potreros que en realidad comienza a verse como si no estuviera realmente abandonado y tuviera un brillo singularmente paradisíaco bajo el cual viven aislados unos cuantos camioneros y mecánicos verdaderamente felices pero no qué va con todo lo que viene luego los guambritos agarrados de un machete el uno y de un tronco lleno de clavos el otro que juegan y juegan en la orilla del puente que atraviesa ese río que ya no lleva agua limpia porque es la misma quebrada que queda justo al lado de la casa de ese maldito ignorante que nunca reclamó y ahora los niños empiezan a creer que ese olor es tan normal como el aceite que está regado en toda la calle de tierra porque el bus se dañó subiendo y qué si no hubiera bus qué harían ellos y qué nosotros aunque nuestros autos japoneses nos dejan separados a no más de un kilómetro pero separados de esa pesadilla de tener que cambiar la llanta al carrote porque sino mañana el niño no come o si se corta la de la farmacia no fía porque Dios y la Virgen no les permite deshacerse más de sus propios bienes porque ahí si nada quedaría y es cacho viejo eso de que se multiplica porque ya saben la última vez se quedaron sin carne para vender toda la semana y todo porque el zarrapastroso al que le regalaron la carne no tenía refrigeradora y se terminó pudriendo y vea qué desperdicio de lugar aquí no vuelvo a vender nada y seguimos por la calle y ambos sabemos que no vamos a ninguna parte pero ambos pensamos que qué será que cuándo que por qué que qué hacer que qué lindo aguacate que qué extraña choza que qué olor asqueroso que qué niños ingenuos que qué ganas de ir a la casa porque duele la espalda y mejor la caminata continuamos otro día y hacia otro lado para ver si hay otra choza y algún niño que tenga padres menos imprudentes pues.