El Sr. A (metaficción)
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Quino |
"Procedamos sucintamente: consideremos un ámbito de experimentación tomado como mundo real ya no con respecto a un yo, sino a un sencillo «hay»... Hay, en un momento dado, un mundo tranquilo y sosegado. Aparece de repente un rostro asustado que contempla algo fuera del ámbito delimitado. El Otro no se presenta aquí como sujeto ni como objeto, sino, cosa sensiblemente distinta, como un mundo posible, como la posibilidad de un mundo aterrador. Ese mundo posible no es real, o no lo es aún, pero no por ello deja de existir: es algo expresado que sólo existe en su expresión, el rostro o un equivalente del rostro."
Gilles Deleuze. Qu'est-ce que la philosophic? (c) Les Editions de Minuit París, 1991
Vienen de lejos, como del horizonte, como quien ve un tren que se aproxima por un valle colosal; vienen solas las imágenes de la historia inventada. El Sr. A y el Sr. X se aproximan, difuminándose. Aquel es un obrero, aquel otro un empleado de cualquier empresa privada. No hay contexto, vienen como viniera un tren aproximándose por el horizonte. –Se amalgama la espera de una dama (?) con paraguas y la llegada de un obrero y un empleado–. Pienso en dos estaciones de ferrocarril. Una tiene andenes, señales, divisiones, colores, faros, guardias. Otra únicamente dos rieles paralelas medio oxidadas y ripio y unos cuantos troncos de madera. Llegan a esta, la última, la extraña estación abandonada, digo llegan a esta los dos hombres. El traqueteo de las ruedas de ese ferrocarril que no veo –que nunca veré– sonaba en el aparato auditivo del Sr. A. X es sordo. Digo sonaba porque miro el tren detenido, como al final de sus rieles (pienso en el esfuerzo increíble de quienes tendrán que voltear la locomotora a donde “sí hay rieles”). Lo miro detenido y presiento la presencia de A y X… –La dama espera, lleva también un sombrero. No llueve. No es otoño. Creo que había nubes–… A va delante de X que deriva su pie izquierdo en la escalinata inexistente. Tropieza y se apoya sordamente en el hombro de A. Por cierto miro de pronto que A lleva un sombrero de copa de color negro, gabardina y zapatos recién limpios. Lentes, bigotes… lo vi entonces de perfil. Vuelve su mirada de tímida desaprobación hacia X, que lo mira sonriendo. X es menor que A, se ve. Está vestido con un buzo de color crema y pantalones cafés. Lleva calzados unos zapatos demasiado grandes. Por un momento creo haberme equivocado: X no es sino un payaso… pero no, bien había dicho yo su profesión, que ya no recuerdo… –La dama espera. No miro su rostro. Lleva el cabello recogido complejamente, como peinada en el siglo XVII, sutiles guantes. Apoya con finura el paraguas sobre su hombro derecho. Viste creo de blanco. La estación está vacía. Solo ella. Creo que había árboles–… A se acerca súbitamente hacia mí pero parece no verme. Sin embargo presiento que se dirige precisamente hacia mí. X va detrás de él, siempre muy animado. En cambio A es serio, me imagino que sus lentes son solo uno y tiene un marco de oro. Me mira fijamente con ese ojo mecánico… ¡Pero es que yo no estoy! X, como dispuesto a jugar a algún juego con A, que ahora parece el amo del perro X, sonríe ya babosamente y mira detrás de mí, quizás hacia el horizonte. Su sonrisa es frenética y empieza a dar saltitos. A examina, juntos los pies, con el tronco inclinado hacia adelante, examina, digo, pero no sé qué. Yo lo miro claramente; su mecánico ojo no dista más de cinco centímetros de mis narices. Es así que llega a irritarme, no me deja ver más que su carota… y a su amigo, semejante a un perro, que salta y babea y aprieta el hombro de A con gran ansiedad.
***
Como no estoy, no puedo moverme. Únicamente compongo elementos. ¡Pero A se acerca tanto que no me deja ver más que su carota! Su espantable carota que adopta una expresión crítica de estreñimiento ante mi narizota… –La dama continúa sola, espera en la estación con andenes, señales, divisiones, colores, faros, guardias…–.
"En el caso del concepto del Otro como expresión de un mundo posible en un ámbito de percepción, nos vemos impulsados a considerar de un modo nuevo los componentes de este ámbito en sí mismo: el Otro, no siendo ya un sujeto del ámbito ni un objeto en el ámbito, va a constituir la condición bajo la cual se redistribuyen no sólo el objeto y el sujeto, sino la figura y el telón de fondo, los márgenes y el centro, el móvil y la referencia, lo transitivo y lo sustancial, la longitud y la profundidad...”
Gilles Deleuze. Qu'est-ce que la philosophic? (c) Les Editions de Minuit París, 1991
15/11/08
Nota: Años después de haber escrito este cuento, uno de los primeros que se me ocurrieron, encontré la cita de Deleuze. Pasaron unos años más y encontré la historieta de Quino. Siempre he creído que ese hombre ideado por Quino es el mismo en el que había pensado para mi relato. Y Deleuze explica bellamente la posibilidad real del Sr. A.