Conflicto pantalla
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Ratón desconectado. Elojorojo. |
Recuerdo como cuando acechaba el ladrón en ese cuento que recuerda otra memoria solo para que el olvido sea doble o no sea; recuerdo así de esa misma manera esa pantalla plana en la que proyectamos un gran agujero de aquí a donde quiera, en la que parece siempre uno zambullirse, atufado por colores cian negro amarillo magenta, entremezclados se me cruza el ensayo poético la armonía del color aurora, aurora y crepúsculo noche. Pero no es así. Esa pantalla odiosa refregada en nuestros ojos como lagaña del siglo, hundiéndose en los lagrimales para aplazar lo intermitente, para reafirmar el engaño y consolidar la bruma. Funciona como un ejercicio hipopótamo insomne de águila desalada hipnosis abogado en quiebra.
El rechazo proviene del estar imantado mientras me designan la guerra los niños, y uno espantando los fantasmas binarios para aparecer en la revista electrónica de algún inconsciente. Por eso se me vino el recuerdo de ese plano terrible que no acepta la función. Visiblemente veía yo cuando el ver era infinito que en ese cuadrilátero empapelado se apelmazaban los colores como escupitajos lisos. Así, ahí mismo y no podía entender por qué el ratón invertido y la cola conectada por eso hice ese dibujo, que se llama ratón desconectado, cuando apenas lo intuía esa proyección de espejo frente a espejo yo el clic proclamando órdenes que viajan cable sumergido continente California una ballena no lo leerá. No.
Es así. Él –¿quién es él?– abría los ojos “como hostias benditas” al encontrarse con ese plano infranqueable y en el intento de dar inicio sentía como en un sueño lo imposible. La imposibilidad de dar inicio a nada porque qué inicio debería ser tan torpe maldito clic clic clic. Alguien se despierta pensando narrador omnisciente y le ve a ese él, sin poder identificar que él –¿quién?– era la representación de la acción encabalgada sobre la acción. Aún peor que la TV sí porque cómo, la respuesta es un ensayo de luces, un apogeo de chispas que atraviesan un continente por vías tan profundas como la propia negación.
Alguien debería sentarse y no entregar todo el seso a leer las intermitentes opiniones de ominosos delirios implacables vueltos espejo infinito plano inconsistente. Qué terror, en honor a la verdad, que es así, igual de quieta pero al menos imperceptiblemente animada. Qué pasa si disparo mi ánimo frente a eso inerte, para que recoja otro tú mi cadáver de letras y se empape las sienes calentadas como bujías torpes. Se inventaron duchas de opiniones para embotar tu cerebro, el cerebro de ese tú que se baña con los pensamientos muertos de interminables cables de cobre arrancados de nevados milenarios. Ya ni la geografía entiendes, y si tienes la oportunidad oportunidad oportunidad oportunidad de ir a estudiar y sabes que Argentina Aconcagua sur Tierra del Fuego Chile devastada muerte en Irak, da exactamente lo mismo. Pero tú le culpas a alguien menos e insistes y levantas la bandera y haces una música estúpidamente desquiciada para que la distracción te re-lleve ahí donde solo hay aire, tierra, fuego y tanta agua… Tantísima agua.
Es solo que ese estupro de palabras cercenadas, cuando una nación sin historia se inventa el pasado en honor al ateísmo improbable, ebulle en ti, como una sombra. Es solo que es realmente ‘peligroso ser heredero’. Pero no te aflijas. Las letras torpes alguien se olvidó de la magia negra, y dijo que sólo hay trucos baratos. Ese alguien estaba diciendo que los trucos baratos aplicados sobre la in-presencia de un Z (el joven Z), terminarían por zaherir las conexiones neuronales en medio del infructuoso y embrollado autoanálisis inútil que se ha vuelto práctica cotidianinconciente. Si pronuncias: pesimismo olvidas que estoy parado en una esquina de cualquier parte y se me acerca un peligroso barbudo con espuma en la boca.
Las palabras para echar luz, vida sobre las cosas. Y el rechazo de ese tú que rechazas a esa pantalluela desanimada y muerta en la que intenté, sí, pero nunca entendí por qué no alcancé siquiera a dar el clic necesario…
Y sólo quería música.
2012