Madrugada

12-05-2025


Madrugada. Es el único tiempo en el que desde hace años la mente proyecta sus ideas, extrae posibles conclusiones. Escribí, hace años, en cualquier momento del día, con un impulso que hoy parece tan patético. La duda siempre alentó mi creatividad y a menudo una idea solía convertirse en verso, en poesía. Hoy parece innecesario, hoy precede todo el tiempo una apatía y una melancolía del silencio que me calla. ¿Para qué escribir? ¿Para qué idear? ¿Para qué volver sobre lo mismo, extraerle al tiempo sus entrañas?

Quisiera solamente, si fuera posible, describir este cansancio vacío, este cansancio físico del cuerpo joven y esta mudez tan racional y proporcionada. Un cansancio del cuerpo, patente, aburrido. Un deseo infinito de parar o de dormir en el que no creo y al que ridiculizo al instante.

Mi silencio se parece a otros silencios. Mi silencio es un silencio que he leído. A veces, muy pocas veces, un sueño intenso o una angustia me despiertan por la noche... y solo entonces me siento todavía vivo. Solo entonces, de madrugada, cuando el silencio es tan penetrante que hace aborrecer las horas por venir.

Creo que son las obsesiones las que pueden dirigir a un ser tan insignificante. Me obsesiona estar tan seguro de lo ensordecedor del ruido. Me obsesiona la necesidad de usar mi cuerpo como una marioneta con solo un par de hilos y tres articulaciones. Me molesta. Vivir limitado y actuar de acuerdo al ruido circundante, llegar a acuerdos, convenir en continuar con la farsa y esconder los dulces sueños en el lodo del trabajo. Me obsesiona, y me molesta, estar tan seguro de la prosa aburrida y plana que designa esta prisión...

Pero ya nada quiere transformarse en poesía. Esta, aquí, esta aquí es mi voz susurrándole a nadie; a ti, lector, don nadie, a quien susurro en secreto esta diatriba.

Fatal constatación la soledad de la ausencia de cartas, la soledad de este siglo sin personas. La soledad de una voz enroscada sobre sí misma que no quiere ya buscar en el ruido ni en la poesía al menos una idea o una duda. La soledad de la calma y la certeza de la prudencia como en los Proverbios del Infierno.

Si soy un compendio de citas, también soy un compendio de innumerables visiones nocturnas, de intuiciones dispersas en los días del fingimiento. Por lo menos no fingir mientras escribo, para luego volver al automatismo ineludible de los días, de las tardes, a esperar la madrugada.

Mañana, desde aquí mismo, recordaré a Pessoa y su belleza, su almuerzo siempre el mismo y sus fantasmas. Mañana, desde aquí mismo, volveré a evocar el vacío de vivir enroscado en mi voz que es la voz de Henry Miller y Pessoa. Desataré la angustia para desintoxicar mi cuerpo del lodo de la realidad. Proyectaré decenas, miles de sueños de angustia para liberar mis dedos, para que sean ellos los que halen el ovillo infinito de esta nada.

En fin, un verso, siquiera. Algún prodigio.

Quisiera solamente describir este cansancio, este cansancio físico, patente y aburrido.